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Los efectos de Neptuno sobre el individuo, ya sea en su carta natal o como planeta en tránsito, están muy bien descritos en el libro “Los Dioses del Cambio”, de Howard Sasportas, libro del cual extraemos el texto
siguiente.

 Las crisis neptunianas

Nuestro destino, el centro y hogar de nuestro
corazón, está en el infinito, y sólo allí.
Wordsworth

Estas palabras, escritas por un gran poeta romántico inglés, encierran en sí la esencia de Neptuno: el deseo de trascender el sentimiento de ser un yo aparte para fundirse con algo más grande. Aunque con frecuencia hablemos de “encontrarnos a nosotros mismos”, es decir, de que cada cual descubra su peculiar identidad y se defina en función de atributos y logros que él mismo ha escogido, Neptuno es lo opuesto: es el anhelo de perdernos, de disolver o trascender las fronteras del yo aislado. Pero para que podamos comprender plenamente qué significa o implica la idea de trascender el yo, debemos recordar qué se entiende por yo o ego. Brevemente definido, “ego” es el sentimiento que cada uno tiene de sí mismo en cuanto individuo aparte; dicho de otra manera, nuestro sentimiento de ser un “yo”.

Que seamos un “yo” significa que podemos autodefinirnos; somo esto, pero no aquello, terminamos en alguna parte y los demás empiezan en alguna otra. Sin embargo, no nacemos con un ego o sentimiento de “yo” y en la vida intrauterina no tenemos conciencia de nosotros mismos como seres aparte: somos uno con nuestra madre, y para nosotros ella es el mundo entero. Por lo tanto, creemos que nosotros somos el mundo entero; creemos serlo todo y experimentamos lo que Freud llamaba un sentimiento “oceánico” de la realidad.

Sin embargo, después de nacer empezamos a diferenciarnos y a distinguirnos, no solamente de nuestra madre sino también del medio. Al crecer nos damos cuenta de que somos distintos, de que somos seres aparte de las otras personas y cosas que nos rodean: esto soy yo y esto es el no-yo.

Pero no sólo nos distinguimos de las otras personas, sino que llegamos también a identificarnos sólo con ciertas partes de nuestra personalidad y de nuestra naturaleza, negando otras o escindiéndonos de ellas. Dicho de otro modo, además de la escisión yo/otros, se da también una división o frontera entre nuestro yo (nuestro sentimiento de quiénes somos) y otras facetas de nuestra naturaleza que no queremos reconocer como propias o que ni siquiera sabemos que están ahí. Por ejemplo, podemos identificarnos con aquella parte de nosotros que es bondadosa y afectuosa, y negar o reprimir la que es negativa y destructiva. De tal modo, la escisión yo/no-yo significa no sólo trazar una línea entre nosotros y los demás. Sino también dividir nuestra propia totalidad en dos partes: aquello de lo que somos conscientes v con lo que estamos dispuestos a identificarnos porque admitimos que nos pertenece, y aquello de lo que no somos conscientes o que no estamos dispuestos a admitir como parte nuestra.

Neptuno es un “disolvente de fronteras” y, en sus tránsitos, difumina o disuelve la frontera entre nosotros y los demás. Neptuno en tránsito formando aspecto con el Sol natal, por ejemplo, puede señalar un momento en que nos “perdemos” en otra persona, o en que tenemos vivencias de nuestra unidad con la totalidad de la vida.

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Neptuno socava las fronteras, tanto las que hay entre nosotros y los demás como las establecidas entre el yo y el inconsciente.

La unidad y la separación

El efecto disolvente que tiene sobre las fronteras un tránsito de Neptuno puede intensificar nuestra conciencia de la unidad de todas las formas de vida y aumentar nuestra capacidad de empatía y nuestro sentimiento de estar conectados con todo lo que existe. No es fácil captar la idea de la unidad esencial de toda vida, y es más difícil aún para los que, en la sociedad occidental, hemos sido concienzudamente educados en la creencia de que «yo” termino en un lugar y “tú” comienzas en otro… en lo que Alan Watts Ilama la realidad del “yo-aquí-dentro» frente al “tú-ahí-fuera”. Sin embargo, los místicos, tanto en Oriente como en Occidente, han hablado siempre de otra dimensión de la realidad, en la que nada existe aisladamente.

Los budistas tienen un dicho, “Todo en uno y uno en Todo», una idea de la que se hace eco el Maestro Eckhart, un místico cristiano del siglo XIII que escribió: «Todo lo que el hombre tiene aquí externamente en la multiplicidad es intrínsicamente Uno”. Aunque en la superficie “yo» pueda parecer diferente de “tú”, y una mesa no sea lo mismo que una silla, en nuestros niveles más profundos todos compartimos la misma cualidad básica: somos Seres o Entidades. Neptuno simboliza la necesidad de disolver un sentimiento rígido de individualidad y separación para redescubrir la unidad subyacente en toda vida y reconectamos con ella.

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Neptuno representa aquella parte de nosotros que, en el corazón mismo de nuestro ser, está ávida de disolver las fronteras v las divisiones que nos impiden tener la vivencia de nuestra unidad esencial con el resto de la vida. Para poder hacerlo tenemos que renunciar hasta cierto punto a nuestro ego, es decir, a nuestro sentimiento de ser un “yo” aparte.

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El deseo de expansión y de crecimiento espiritual está siempre dentro de nosotros, pero hay ciertos períodos en la vida en los cuales se activa con más fuerza. Bajo la influencia de los tránsitos de Neptuno, la necesidad religiosa o mística puede ser movilizada por una insatisfacción o una disconformidad creciente con nuestra vida y nuestros logros actuales; quizás hayamos tenido un éxito financiero o social admirable, y sin embargo nos descubrimos pensando: “Bueno, ¿y qué? ¿Esto es todo?” Vacíos pese a haber conseguido cosas y logros externos, quizá nos encontremos con que la atención se vuelve hacia adentro y buscamos ahora el significado y la realización en el mundo interior del espíritu. Los gurus o los grupos religiosos pueden guiarnos en este viaje interior, pero – como nos lo recuerda el poeta Kabir – incluso ellos pueden ser una trampa si no andamos con cuidado:

Me río cuando oigo decir que los peces
en el agua tienen sed.
No entendéis que lo más vivo de todo
está dentro de vuestra propia casa;
Y por eso vais con aire confuso de una a
otra de las ciudades santas.
Kabir os dirá la verdad: no importa a
dónde vayáis, si a Calcuta o al Tíbet.
¡Si no podéis encontrar dónde se oculta
vuestra alma, para vosotros el mundo
nunca llegará a ser real!

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Una de las lecciones que nos enseñan los tránsitos de Neptuno: a veces, la solución de un problema sólo se puede hallar si renunciamos a encontrarle respuesta. De la misma manera, hay veces en que el yo agota sus recursos y nuestra manera habitual de afrontar los problemas no nos funciona. Pero sólo entonces se crea una situación tal que nos permite descubrir maneras nuevas de resolver nuestras dificultades o de reconciliamos con ellas.., maneras que jamás se nos habrían ocurrido si no nos hubieran fallado nuestras tácticas habituales. He aquí lo que decía Jung de esos momentos que se nos dan en la vida:

Sólo cuando al ego ya no le queda poder – cuando nos falla nuestra manera normal de mejorar las cosas – puede aparecer algo más que nos redima. Bajo la influencia de un tránsito de Neptuno, es probable que tengamos que permanecer algún tiempo atascados en una situación desagradable hasta que aparezca una solución o una respuesta. Las antiguas tretas no nos funcionan, y lo único que nos queda es esperar.

Howard Sasportas. Los Dioses del Cambio. Ed. Urano

 

3 comentarios en «Las Crisis Neptunianas: Unidad y Separación»

  1. Teniendo en cuenta que tengo a Neptuno a menos de 3 grados pasado el AC y con el Sol, que el único aspecto que hace es un trígono unilateral a Neptuno. Todo lo expuesto en el texto me resuena.

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