Saltar al contenido

Sólo donde los órganos y las fuerzas “se comprendan”podrá producirse un intercambio energético importante.

PLENILUNIO DE LIBRA 2023
EL ÁMBITO DEL ZODIACO.

La Ciencia iniciática enseña que vivimos sumergidos en un océano fluídico, al que ha llamado luz astral. Este fluido es tan sensible que todo queda inscrito en él: el más insignificante de nuestros actos, la más tenue de nuestras emociones, el más fugaz de nuestros pensamientos. Según la tradición esotérica, esta luz astral está compuesta de una materia extremadamente sutil que desprenden todas las criaturas: los seres humanos, los animales, las plantas, e incluso las estrellas. A este fluido, Hermes Trismegisto lo llamó Telesma, y refiriéndose a él, dijo: «El sol es su padre, la luna es su madre, el viento lo ha transportado a su vientre y la tierra es su nodriza. Evidentemente no hay que concebir el sol (fuego), la luna (agua), el viento (aire) y la tierra únicamente como los cuatro elementos materiales conocidos, sino como los principios cósmicos básicos a partir de los cuales se ha constituido la materia.

Los hindús denominan akasha a esta materia fluidica. Pero, en realidad, poco importa los nombres que se le den: electricidad cósmica, serpiente original, fuerza Fohat… Dado que cada criatura que piensa,siente y se mueve, le imprime nuevas vibraciones, es imposible determinar y nombrar todas.

Aries da el impulso, es la fuerza indomable que brota y quiere manifestarse, cueste lo que cueste, como los brotes en primavera. A esta fuerza bruta Tauro aporta la materia, pero esta materia no está aún organizada, no es más que una masa informe de elementos indiferenciados. Cuando veáis que se está preparando una obra para la construcción de una casa, se trata de la etapa de Tauro. Pero, con estos elementos, es preciso realizar algo.

Es por esto que Géminis comienza a establecer una red de comunicaciones, para que el trabajo pueda hacerse: las carretillas, las poleas, las grúas que transportarán los materiales de un extremo a otro de la obra. Cuando Cáncer llega, establece los cimientos, una base sólida de “hormigón armado” en la naturaleza; esta base es el germen, el núcleo hacia el cual van a converger diversos elementos que contribuirán a su desarrollo.

Sobre este núcleo Leo comienza entonces a trabajar, introduciendo una fuerza centrífuga. Aumenta el calor, así como la intensidad del movimiento. Se produce entonces una explosión y la masa comienza a brillar y a proyectar rayos en el espacio.

Cuando llega Virgo, declarará que es preciso introducir orden y organización en este conjunto. Se pone, pues, a trabajar y cada cosa se coloca en su lugar. Pero el orden es insuficiente, falta un elemento de estética, de armonía, y Libra aporta este elemento. Es el séptimo día (el séptimo signo) y el trabajo se interrumpe para que los obreros puedan descansar y divertirse. En este clima de regocijo, ciertos obreros se olvidan del trabajo y se dejan llevar por la pereza y la desidia. Así es como comienzan a introducirse elementos de disgregación, Escorpio, produciéndose desavenencias y hostilidades.

Entonces suena la hora de Sagitario, que posee el don de reconciliar a los seres entre sí y de vincularlos al Cielo. Cuando aparece, canaliza este exceso de energías ardientes, orientándolas (el arco y la flecha que sostiene el Centauro), y poniéndolas al servicio de una actividad superior.

Ahora, este mundo bien ordenado cuyas ruedas funcionan perfectamente, tiende a cristalizarse y a cuajar bajo la influencia de Capricornio, y la vida comienza a alejarse.

Entonces, para que no sea destruido por el materialismo, Acuario pone en acción las corrientes poderosas del espíritu. Cuando llega, Piscis proyecta la paz sobre el mundo. En esta paz y en esta armonía universales, la vida se vuelve pura, sutil, hasta que todo se funde y regresa al Océano de los orígenes.

Todos los que penetran en el ámbito del zodíaco quedan sometidos a los imperativos del tiempo (períodos, ciclos) y del espacio (localización dentro del ámbito). Sólo los espíritus puros son libres: no están encadenados por el tiempo ni por el espacio. Pero desde que se encarnan, entran en el ámbito del zodíaco y son atrapados en el círculo mágico del implacable destino que encadena incluso a los seres más luminosos, a los grandes hijos de Dios. 

Por otra parte, con su cuerpo físico, el ser humano representa el círculo del zodíaco, en cuyo interior su espíritu permanece cautivo. A cada signo, corresponde una parte del cuerpo:

Para escapar de esta Serpiente que le aprieta con sus anillos, el hombre debe salir del círculo de las reencarnaciones.  En el momento del nacimiento, el cuerpo etérico del niño, que aún es como una cera blanda y virgen, recibe la huella de las influencias astrales.

Una vez enfriada la cera, la forma no puede ser modificada. Cuando el niño lanza su primer grito, el cielo estampa su sello sobre su cuerpo etérico y fija su horóscopo, en el cual se inscribe su destino. EL único medio que existe para el hombre liberarse de las limitaciones que le imponen los astros es el de trabajar para restablecer conscientemente el lazo con Dios; es así como escapa a la ley de la necesidad, y entra en la ley de la gracia. Pero esta libertad, a la cual aspiramos todos, es la última cosa que obtendremos. Por eso, la libertad es considerada como la corona de la espiritualidad; esta corona es un círculo de luz que el Iniciado lleva encima de la cabeza para mostrar que ha superado el círculo de las limitaciones terrestres.

Estudiemos ahora las consecuencias prácticas para nuestra vida cotidiana de la existencia del círculo zodiacal. Suponed que paseándoos por la montaña, os divertís hablando en voz alta o chillando ¿qué sucede? Que la montaña os la devuelve. El sonido, las palabras tropiezan con un obstáculo y vuelven. Cuando echáis una pelota al suelo ocurre lo mismo: rebota… o contra una pared: vuelve y os golpea. Son leyes físicas y las leyes físicas son un reflejo de las leyes espirituales.

Si exclamáis :”Os amo”, por todas partes el eco repite “Os amo, os amo, os amo”. Y si gritáis “os detesto, os detesto”, por todas partes el eco repite “os detesto, os detesto…”.

Debéis comprender que en la vida todo se repite sin cesar; el hombre, mediante sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos emite ininterrumpidamente ondas benéficas o maléficas; estas ondas viajan por el espacio, hasta que encuentran una pared, la cual las devuelve y aquél recibe premios o castigos. Sí, es como un bumerán. Los que conocen esta ley se esfuerzan en enviar por todas partes luz, amor, bondad, pureza, calor, y un día u otro reciben necesariamente, a su vez, las mismas bendiciones; se sienten felices, alegres, consiguen éxitos. Se dicen: “¡Es el buen Dios que me ha recompensado!”. Pero no es así; el Señor ni siquiera lo sabe. Tiene otros quehaceres que el de observarnos incesantemente y anotar todas nuestras acciones para recompensarnos o castigarnos. Él estableció leyes dentro y fuera de nosotros, y son estas leyes las que nos castigan o recompensan.

El círculo con un punto central es la estructura que se encuentra por todas partes en el universo. Coged cualquier organismo, una célula, por ejemplo: veis un núcleo, un protoplasma, y alrededor una película, la membrana. Coged un fruto; en el centro encontraréis el núcleo, después la pulpa, la carne jugosa que se come y, por último, la piel o corteza. Así pues, todo organismo vivo tiene un centro, después un espacio por donde circula la vida y, finalmente, la piel que sirve de frontera, de límite, gracias a lo cual la ley del eco puede aplicarse. Ahora bien, puede ocurrir que siendo muy grande la distancia del centro a la periferia, la voz llegue muy, muy lejos, y que sólo unos años después se encuentre con la pared que la devolverá.

Pero aunque el bumerán se haga esperar, ello no significa que no se vaya a producir nada; sí, se producirá, pero más tarde, quizás en otra reencarnación, puesto que la frontera (o aún la periferia, la pared) está muy alejada. Y es así como se explica el destino inscrito en nuestro tema natal: es la consecuencia de nuestras acciones pasadas.

El átomo y el sistema solar poseen una estructura idéntica: un círculo con un punto central.

Y el espacio que rodea este punto representa la materia; sin espacio la materia no existiría. Mientras que el espíritu, no tiene necesidad de espacio; su poder se debe a que, siendo un punto ínfimo, actúa en todas partes al mismo tiempo.

Es, pues, en los límites de este espacio ocupado por la materia, donde todo choca y después regresa a su punto de partida.

Así, a través de la materia, todo lo que hacemos, todo lo que pensamos, vuelve hacia nosotros después de haber recorrido el espacio. Es la materia la que vuelve a enviar el eco, no es el espíritu. El espíritu actúa y la materia reacciona, responde al impulso. Su papel es hacer frente al espíritu, oponerse a él, limitarlo, aprisionarlo incluso. Y el zodíaco es este límite que circunda nuestro universo, así como la serpiente de la materia circunda el espíritu.
LA FORMACIÓN DEL HOMBRE Y EL ZODIACO

La formación del hombre se ha producido paralelamente a la del universo. En el origen, el ser humano estaba constituido por una simple esfera fluidica. No tenía ni pulmones, ni estómago, ni miembros, sino solamente una cabeza que se desplazaba como una medusa en un océano de fuego. Cuando una parte de este fuego se condensó para producir el aire, se formaron los pulmones. Más tarde, una parte del aire se condensó para producir el agua, formándose el estómago, el vientre y los intestinos. Por fin, una parte del agua se condensó para producir la tierra, y los brazos y las piernas quedaron formados.

Pero estos cuatro elementos que constituían la sustancia del hombre y del universo, no eran los elementos materiales que conocemos; eran de naturaleza etérica, sutil; y el hombre así formado no existía aún en el plano físico. El hombre no comenzó a materializase hasta que se formaron sus pies, y fueron precisamente los pies los que primero se materializaron; después las piernas, los muslos, los órganos genitales, el plexo solar, el estómago… y así sucesivamente hasta la cabeza. La cabeza fue la última en materializarse, aunque la primera en formarse; y los pies, los últimos en formarse, fueron los primeros en materializarse. Estas dos corrientes la involutiva (aparición de los órganos en el orden: cabeza, pulmones, etc.) y la evolutiva (su materialización en el orden inverso), se encuentran en el zodíaco.

Cuando enumeráis los signos del zodíaco en el sentido: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, etc. … seguís el movimiento involutivo. Así se formó el hombre, empezando por la cabeza. Y Aries precisamente es la cabeza, ya que hemos visto que cada signo del zodíaco corresponde a una parte del cuerpo humano. Ya que el punto vernal se desplaza en el zodíaco en sentido inverso, en el orden: Piscis, Acuario, Capricornio, Sagitario, Escorpio, etc…. su trayecto corresponde al movimiento evolutivo; sigue el orden según el cual se materializaron los órganos. Si se considera el movimiento de los planetas en relación al zodíaco, se encuentra la misma oposición. Las constelaciones del zodíaco ascienden en el cielo, siguiendo el orden: Aries, Tauro, Géminis, mientras que los planetas giran en sentido inverso.

También se puede estudiar la oposición entre los planetas y el zodíaco desde otro punto de vista.

El zodíaco representa el lado estable, inmutable. A diferencia de los planetas que están siempre en movimiento, el zodíaco guarda un orden, una regularidad. Nunca se ha visto a Aries al lado de Libra, ni a Piscis entre Leo y Virgo. Las constelaciones del zodíaco conservan el mismo orden desde la eternidad mientras que los planetas no están nunca en el mismo lugar ni en el mismo orden los unos con respecto a los otros. Estos últimos representan el aspecto psíquico, que varía constantemente, en oposición al cuerpo físico que presenta siempre la misma disposición.

Ni la cabeza, ni el estómago, ni los pies han cambiado nunca de lugar. Los miembros, los órganos, conservan, como los signos del zodíaco, un lugar fijo desde la creación del mundo, mientras que en el interior del cuerpo todo es movimiento: movimiento de la sangre, de los humores y de las corrientes nerviosas que atraviesan el organismo. Exactamente como los planetas, que están siempre en movimiento

Por otra parte, sabéis que los planetas reciben una gran potencia o, por el contrario, resultan debilitados, según sean los signos por los que pasan y que, a su vez, influyen sobre estos signos. Cuando Marte entra en Aries se fortalece, se vuelve potente, porque Aries le da toda su energía. Marte y Aries se tienen mutua simpatía, se comprenden y toman fuerza el uno del otro. Pero cuando Marte entra en otros signos, como Cáncer o Libra, por ejemplo, se debilita porque estos signos le son extraños. De la misma forma, lo que representan los planetas, es decir, los impulsos, las tendencias, los sentimientos, resultan más o menos exaltados o debilitados de acuerdo a los órganos, a los centros a través de los cuales se manifiestan. Si situáis vuestro amor en la cabeza, no actuará de la misma forma que si lo colocáis en el corazón. Y si colocáis la sabiduría en otra parte que no sea el cerebro, ¿qué hará allí?… Sólo donde los órganos y las fuerzas “se comprendan” podrá producirse un intercambio energético importante.

He ahí unos puntos que deben profundizarse. Así como en ciertos signos los planetas se encuentran exaltados o en exilio, de la misma forma nuestras facultades intelectuales, afectivas y psíquicas se refuerzan o debilitan, según sean los órganos a través de los cuales buscan exteriorizarse.

No basta contentarse con un estudio del zodíaco en sentido abstracto o teórico, sino que es preciso aprender a encontrarlo y a interpretarlo en todas sus manifestaciones de la existencia. Verdaderamente entonces es cuando la Astrología se vuelve viva y útil para vosotros.

El zodíaco es un libro de una extraordinaria riqueza y profundidad; todos los misterios de la vida están contenidos en él. Las múltiples combinaciones que forman continuamente los signos y los planetas entre sí son como hilos que se van tejiendo. Constituyen combinaciones que, día tras día, forman la trama de la vida.

Omraam Mikhaël Aïvanhov El Zodíaco, clave del hombre y del universo Págs. 4-18 Colección Izvor nº 220 Ed. Prosveta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *