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“Mantén tu ojo en el águila; haz descender el fuego; no mires a la tierra; céntrate en la divinidad” A.A.B.

La felicidad es un estado permanente, sinónimo de prosperidad o dicha.

La alegría es un estado pasajero, sinónimo de júbilo, bienestar o gozo.

Buscamos la felicidad durante toda la vida, ser felices es nuestra incansable búsqueda….

¿Pero dónde buscamos?

Buscamos en otro, en un nuevo trabajo, en una nueva casa, en un viaje, cuando tenga esto o aquello seré feliz, cuando consiga, cuando tenga, cuando llegue la persona adecuada.

¿Cuándo será eso que llegará y seré feliz?

Aristóteles, discípulo de Platón sostenía que “todos los hombres perseguían la felicidad. Unos son felices ganando dinero; otros, recibiendo honores, y otros viajando. Cada cual posee el secreto de su propia felicidad.

La alegría es la expresión de la seguridad del Alma, y en la medida en que estemos “infundidos por el Alma”, estaremos alegres.

La alegría del Alma tiene una cualidad de serenidad, una nota de permanencia, de calma, que es muy diferente de las supuestas alegrías de la personalidad, tales como la satisfacción física, la excitación emocional y la satisfacción de los deseos o ambiciones personales. Estos no son verdaderos atributos de la alegría.

En un sentido, la alegría indica el grado de unión con el Yo superior. Y ciertamente es un deber el cultivar la alegría.

Se ha dicho que, igual que hay una “disciplina” de dolor y tristeza, también hay una “disciplina” de alegría y logros. La alegría es beneficiosa. Contrarresta el sufrimiento y libera de las ataduras; a esto se añade que es “contagiosa” y afecta a todos los que nos rodea”. Estamos siempre buscando lo que vive dentro de cada uno de nosotros…. “aquello que buscamos también nos busca”.

Entonces…… la alegría pudiera nacer o brotar en algún lugar desconocido dentro de cada uno de nosotros, la alegría debemos cultivarla, como quien cuida un jardín, nuestro propio jardín interior, el que tendrá malezas, tendremos que preparar la tierra, abonarla, regarla, sembrarla, cuidarla con esmero y amor, vigilar y estar atentos, regar constantemente, todas acciones que harán que florezca, que se expanda para así compartirnos y compartir nuestros frutos, atardeceres y amaneceres floridos llenos de vida de belleza, armonía y que harán que nos regocijemos y brindemos alegría a nuestros semejantes.

Esto de alguna manera es simple decirlo, cuidar un jardín, pero no sabemos, nunca se nos enseñó y más bien se nos preparó para realizar mil actividades en la vida que nos mantienen siempre o casi siempre en un constante exterior, en una constante desconexión, siempre afuera, buscando cosas que pensamos nos darán alegría y nos cuesta observar y observarnos, cultivar eso que llevamos dentro nuestro propio jardín en potencia el que nos brindara calma y alegría duradera.

¿Pero cómo cultivamos nuestro jardín si nunca supimos que dentro de cada corazón humano hay uno?

Quizás lo primero es reconocerlo y ver en qué estado se encuentra, si lo tenemos muy descuidado, cómo esta su tierra, ¿le falta agua?

Luego comenzar a trabajar con paciencia y voluntad inquebrantable para luego verlo florecer y observar su belleza radiante. Y un día desde nuestro bello y cuidado jardín interior tendremos ciertamente más posibilidades de conectar de manera equilibrada con el mundo material y espiritual y desde este lugar tener un verdadero acercamiento con la divinidad.

. “Conoce cómo hallar la alegría en el eterno trabajo y en la eterna vigilancia”

 

                     Sonia Alvarado. Estudiante Curso Meditación Creativa

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